04.07.2008 02:23

Ciro Mendía, El cielorotense más querido

 

Mejor Así

Así quería verme, abandonado,
sin quién caliente para mí una sopa,
sin quién remiende mi raída ropa
ni coja las goteras del tejado.

No hay quien me sirva un tiro ni una copa,
no hay quien me haga mi lecho desolado,
estoy hace diez días levantado
y no ha vuelto ya más la antigua tropa.

Así quería verme, pobre, viejo,
de púas erizado el entrecejo
y la mirada llena de pistolas.

Sólo me hablan los libros, los retratos,
y sin embargo tengo buenos ratos,
cuando me veo con el diablo a solas.

Cambio de Escena

Yo vivía al derecho y buenamente,
era dueño y señor de mi pobreza,
pero nunca faltaron en mi mesa
el pan ni la botella de aguardiente.

Yo era el amigo de la buena gente,
yo no dejaba entrar a la tristeza
en mi sangre y reía con largueza
y era ingenioso y casi inteligente.

Me divertía con sabrosas ganas
y al aire echaba canas, tantas canas,
que invadió la calvicie mi cabeza.

Pero un día la muerte —actriz notable—
abrió otra vez mi puerta respetable
y la velada convirtió en tragedia.

En los Funerales de un Amigo

Qué exequias más hermosas, qué gentío,
cuántas flores y sombras, cuánta pena,
con su mutis quedó sola la escena,
cuántas hojas caídas sin rocío.

Qué silencio en las voces, y qué frío
por el amigo muerto. Gime llena
de angustia el alma por el alma buena,
cómo me dueles, compañero mío.

La amistad y el amor están presentes,
la pluma y el talento están de luto,
nieblas hay en los ojos, en las frentes.

Y pienso al ver el fúnebre ajetreo
que por razones de mi ceño hirsuto
no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.

Nada de Misereres

Yo no quiero morir, morir me asusta
y la muerte se me hace muy pesada,
me cae gorda la desnarigada,
pues no sabe de amor, ni a nadie gusta.

Me molesta y fastidia con su fusta
y con perdón, no sirve para nada,
es una pobre hembra fracasada,
y es aguafiestas y además injusta.

Yo no quiero morirme ni de broma,
me gusta más la pera que el fibroma,
más la luz que los largos apagones.

Me gusta más la risa que el lumbago,
por un responso que me den un trago
y el cielo se lo dejo a los gorriones.

Discurso del Homenaje

En el mar de mi vida, un oleaje
cortó mi nave con su doble filo
y un dolor negro con su viejo estilo
ha malogrado mi terrestre viaje.

Para poder venir a este homenaje
tuve que alzar mi corazón en vilo;
saqué mi alma de su helado asilo
y hasta mi casa con amor la traje.

Y al corazón le dije: —Viejo, vamos
a agradecer honores. Y aquí estamos
en esta noche grata pero yerma.

Mas sabed que mi alma azul no vino,
porque del goce ya olvidó el camino,
y porque estaba demasiado enferma...

Sacándole el Cuerpo

Permita el moribundo me retire
que a la muerte le tengo mucho miedo,
nunca en sus mañas viejas yo me enredo
y ni siquiera admito que me mire.

Mas yo quiero saber si cuando estire
mi ilustre pata —si es que hacerlo puedo—
y cuando quede por completo quedo,
mi modo de morirme se me admire.

Como homenaje póstumo quisiera
que amigos ebrios a mi cabecera
celebraran mi último suspiro.

No soy rey —ni de copas— te lo advierto,
pero qué grato oír después de muerto:
¡Ciro Mendía ha muerto! ¡Viva Ciro!

Mujer a caballo

Ella misma bañaba el cuerpo airoso
de su bello caballo de carreras,
brillaban de cariño sus ojeras
al verlo en el establo, fiel, sedoso.

Sabía sus costumbres y maneras,
le hablaba, cariciosa, y él, fogoso,
la miraba callado y afectuoso
y admiraba del pecho las dos peras.

Le daba azúcar con sus manos blancas,
le besaba las crines y las ancas,
el labio belfo y la estrellada frente.

Lo amaba tanto ya, con tanto celo,
que de noche no más, pálida, ardiente,
solo, desnuda, lo montaba al pelo.

A Penélope en su pena

Qué mujer más idílica y más buena
eres tú, del amor la fiel figura.
Mucho me duele tu esperanza oscura
y me apena, Penélope, tu pena.

De nobles intenciones estás llena
y qué firme y qué fuerte tu ternura:
si ese amor inmortal tanto te dura,
vas a caer de amor sobre la arena.

Tejer y destejer un breve lienzo
en medio de aquel tedio tan intenso,
ya con los sueños y las sienes grises.

Y Ulises por allá, feliz y osado,
de una media sirena enamorado
y toda tú muriendo por Ulises.

De visita

En el salón de clásicos cojines
de sillas y sofás descoloridos,
hablamos de sortijas y de nidos,
de parientes, de calles y jardines.

De bodas, de paseos y de cines,
de matrimonios mil mal avenidos,
de la moda de jóvenes torcidos
y de torcidas jóvenes con crines.

Ella es muy bella y además perfecta,
no se separa de la línea recta,
Un virtuoso animal bien educado.

Mas salí de su casa convencido
que no hay nada más sano y aburrido
que una señora sin ningún pecado.

Orgullo de Muerto

Me Moriré Muy solo, abandonado
en esta casa por fantasmas hecha,
sin un copo de luz, sin una mecha,
sin un amigo que me cante al lado.

Moriré con el diablo a la derecha,
la puerta virgen y el balcón cerrado
moriré en mi camastro desgarrado,
roto el arco leal, rota la flecha.

Me moriré perdida la batalla,
sin quien evite que al infierno vaya,
me moriré escondido, vago, incierto.

Sin una plañidera ni un vecino,
sin hisopo, sin flores y sin vino,
pero muy orgulloso de haber muerto

El Río Enamorado

A Josefina

Como en la antigua fábula se cuenta
Que allá en Santiago del Collado, amante,
el Tormes se prendó de una ondulante
mujer que es brasa, ruiseñor y menta.

El río por tenerla se impacienta
y desde el alba búscala constante
ella gozosa, esquiva y excitante,
desde la verde orilla lo atormenta.

Desesperado porque celos tiene,
el río enamorado se detiene
y le grita que está muerto de frío.

Se va el río, ella ríe, y la doncella
queda desnuda al fín, frutada, bella,
y yo en su Alfeo me convierto en río.

La sombra de la muerte

Yo soñaba en mi casa, viejo, oscuro
entre libros y lágimas y penas
y aspiraba a quitarme las cadenas
y huir, saltando por el alto muro.

Ya mi razón se iba del seguro,
mis manos no eran ya las manos buenas,
que de heridas con sal se alzaban llenas
y a un milímetro estaba del cianuro.

Entró una sombra azul, qué bien lucía,
y dijo en baja voz: ¿Decirme quiere
si vive aquí el cantor Ciro Mendía?

Yo que estaba ensayando un miserere,
le dije sin creer lo que veía;
-No, señor, aquí muere.

Antes de Caer el Telón

Muy bien, queridos, en morir consiento,
me les entrego ya de pies y manos,
preparen la madera y los gusanos,
que está finando aquí mi último aliento.

Se terminó esta farsa y este cuento,
yo les deseo permanezcan sanos.
Va a caer el telón... ¿Decís, hermanos,
que deje blanca para el gran momento?

Nada de misas ni de plañideras,
ni músicas, ni mármoles, ni ceras,
yo me niego a dejar —rotundo, ufano—

para tales minucias mis dineros.
Me entierran en el hueco más cercano,
o los apesto gratis, caballeros.

Camino de sus labios

Que una fiesta de viento y brisa alabe
tu cuerpo, cuerda que en las arpas debe,
el tallo de una risa rosa, leve,
un tallo Azul de nube y uva y ave.

Es un tallo de nieve y ola breve,
es un tallo de musica tan suave,
que el corazón- tu corazón- no sabe
si es el amor o el tallo que se mueve.

En ese tallo- es flor de tu cabellera-
está de punta en blanco la blancura
y amapolando gracias se consume.

Un tallo tan sotil que si no fuera
por la luz que sostiene tu cintura, hasta lo
doblaria tu perfume.

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Ubicada en el sur del Valle del Aburrá, se encuentra la patria de Ciro Mendía: pueblo de artesanos y ceramistas, de campesinos y de artistas; morada de músicos y cantantes, ganaderos y comerciantes.
Patria chica llamada Caldas a la que por sus lluvias llamaron cieloroto...
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